jueves, 9 de mayo de 2013

Charnela cérvico dorsal

Charnela cérvico dorsal

Desde un punto de vista mecánico la C/D (Cérvico Dorsal) tiene el reto inherente a cualquier charnela que no es otro que adaptar su anatomía facetaria al cambio de curva permitiendo el paso gradual de lordosis a cifosis en dos o tres segmentos vertebrales. De entrada, este reto supone para la unión C7-T1 el máximo decalaje en la plomada entre los cuerpos vertebrales y la línea de gravedad. No es estraño pues que la última cervical precise una apófisis espinosa considerablemente más larga (vertebra prominens) que las demás cervicales para compensar esta situación y para permitir a las inserciones del paquete musculoaponeurótico (entrecruzado y extremadamente potente en esta zona) estabilizar la fuerza de cizallamiento resultante. Dicha fuerza de cizallamiento se ve incrementada por un segundo reto biomecánico aún mayor. A diferencia de la T/L, la C/D une dos curvaturas con mecánicas cinéticas totalmente opuestas. Pasamos de una lordosis cervical extremadamente móvil a una cifosis dorsal con poco rango de movilidad diseñada para la estabilidad y la protección a través del sistema esterno-costo-clavicular. Dicho de otra manera, el segmento craneocervical presenta una movilidad desestabilizadora para la C/D, fijada a la rigidez torácica. El cizallamiento propio de esta charnela es resultado del empuje de T1 hacia atrás (gracias a la 1a costilla) en contra de la tracción de C7 hacia adelante.

Esa necesidad de freno agota con facilidad los recursos musculares convirtiendo esta zona en terreno abonado a la fibrosis y a la hipertonía. Especialmente en aquellas personas con cuellos largos (brazo de palanca), aquellos pacientes con morfotipos más estáticos y por tanto con menos recursos disipadores de carga o aquellos con tendencia a la antepulsión cefálica por la razón que sea. Pero aquí no acaba todo, por si fuera poco, la C/D recibe la carga proveniente de la cintura escapular y las influencias del trabajo de las EESS sumándole, al vector de cizallamiento, un movimiento nada fisiológico para esta charnela, es decir, la rotación. Fisiológicamente se le atribuye a la C/D unos 5º de rotación acoplados a otros 5º de lateroflexión o sidebending. En pacientes que o bien duermen en decúbito prono o que utilizan de forma mucho más predominante una de las extremidades superiores, el componente de rotación se suele percibir en la charnela C/D favoreciendo la disfunción a este nivel.

En segundo lugar quiero hablar del componente autonómico, imprescindible siempre en nuestro abordaje osteopático. En la zona C/D encontramos el origen preganglionar de las  fibras que formaran la cadena simpática cervical y las fibras torácicas superiores encargadas principalmente de la inervación simpática al corazón. Igual que en el componente mecánico, EESS y C/D están otra vez en relación al ser las fibras postganglionares básicamente del ganglio de T2 (y en menor grado T3) las que inervan la vasculatura, las glándulas sudoríparas y los pieloerectores de la extremidad superior (ramos comunicantes grises de C7,C8 y T1 principalmente). Hay que hacer una mención especial al Ganglio estrellado por su situación anatómica totalmente adyacente a la unión C7/T1 y a la cabeza de la primera costilla. De este ganglio, formado por la unión del ganglio cervical inferior y el primer ganglio torácico (en un 84% de los casos) salen aproximadamente 17 ramas postganglionares con destinos bien distintos: arteria vertebral, tiroides, nervio frénico, corazón, nervio laríngeo recurrente, esófago, pulmón, 8º nervio cervical y 1r nervio torácico. Se puede considerar un pequeño centro de sinapsis simpáticas y por lo tanto debe estar en nuestra mente en el abordaje de las disfunciones somáticas de la charnela C/D (siempre con un altísimo grado de facilitación segmentaria e implicación neurovegetativa)

Alguien dijo que la estructura gobierna la función y, por muy criticada que actualmente sea esta idea, en el abordaje clínico de las charnelas y en especial en la C/D, no hay mejor precepto a tener en nuestra mente. Si la integridad de las charnelas contribuye a mejorar la disipación de la carga a lo largo de todo el raquis, si esta es su función, su estructura y su movilidad debe ser preservada a toda costa. La famosa “giba de bisonte”, o el “cuello de buitre” nos muestra una C/D sin recursos, totalmente vencida por la gravedad y la palanca del complejo craneocervical. Con el tiempo, eso implica aumento en el tono simpático a todas las estructuras que he mencionado antes, posibles irradiaciones en 4º, 5º dedo, fibrosis crónica en el tejido blando y una pérdida de eficiencia mecánica global del raquis. Su tratamiento será distinto en cada paciente, dependerá de los mil factores que condicionan una o otra elección terapéutica pero entender su biomecánica, su función y sus debilidades, nos ayudará a canalizar mejor nuestro tratamiento osteopático.


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